China y algunos síntomas inquietantes sobre el futuro

Desde la descolectivización de 1978, el crecimiento promediado 9% durante 28 años. El país ha encarado juntas urbanización, privatización y globalización y algunos no creen que ese promedio se sostenga a largo plazo.

4 agosto, 2006

En efecto, la conversión de un régimen totalitario, apoyado por los campesinos, en una “autocracia de mercado” magnificó factores desestabilizantes. Por ejemplo, el rápido envejecimiento de la población, manifiesto en la creciente escasez de mano de obra.

Burócratas, técnicos y políticos temen que China envejezca antes de hacerse desarrollada. Según la Rand Corporation, hacia 2050 la proporción entre población activa y pasiva estará entre las más altas del planeta. Los mayores de 60 serán más de 400 millones –contra 120 millones en 2003-, o sea 30% del total (hoy es algo menos de 10%).

Crecer también implica altos costos ambientales. Unos 300 millones usan aguas contaminadas y la mitad se enferma cada año por ese motivo. Se estiman 400.000 decesos anuales por contaminación atmosférica y cinco de las diez ciudades más insalubres del globo están en China. Otros problemas abarcan además lluvia ácida, deforestación, severa erosión de suelos, represas cenagosas y emisiones de dióxido de carbono o de sulfuro.

Mala calidad y escasez de agua limitarán el desarrollo. Ya hay graves déficit hídricos en el norte, donde están dos tercios de tierras arables, se produce la mitad de los granos y vive gran parte de la población. El gobierno planea invertir más de US$ 60.000 millones en cincuenta años para canalizar aguas del Yangtsé, en el sur, hacia la llanura septentrional.

Una forma diferente de malestar social se relaciona con el auge de la corrupción, en todos los niveles, fomentado por una economía de mercado predatoria. Así, el espectáculo de funcionarios jugando fortuna en casinos o paseándose en BMW crea resentimientos en los pobres que lo miran por TV. Ocurre que la torta ha crecido muchísimo en 28 años y todos quieren un pedazo. Además, ya no operan los mecanismos de contralor partidario, en tanto las reformas han transferido facultades políticas y fiscales a niveles de gobierno más bajos o locales, lo cual multiplica oportunidades de peculado.

Los cuadros del partid se han beneficiado enormemente en la privatización de empresas, instalando en altos puestos a parientes, cómplices o ellos mismos. Activos estatales eran malvendidos con frecuencia (como en la Rusia o la Argentina de los años 90).

Algunos llaman a China “estado neoleninista, descentralizado y predatorio”, capaz de hacer peligrar, en último término, el crecimiento sostenido, a causa de servicios públicos malos y tensiones sociales. También están los cien millones de campesinos que marcharon a las urbes costeras en pos de subsistir como mano de obra precaria o los sesenta millones que se quedaron sin trabajo al achicarse las firmas privatizadas.

No obstante, quizá lo más ominoso sea el auge incontrolado de crédito e inversiones. Durante el primer trimestre de este año, la inversión fija interna aumentó más de 30%, casi tres veces el ritmo anual de expansión. Eso en una economía que, en 2001/5, colocó más de 40% del PBI en infraestructura civil y maquinaria industrial. Por cierto, el país nada en liquidez, pues los chinos son grandes ahorristas e inmovilizan hasta 25% del ingreso familiar disponible. Gigantescos superávit comerciales con Estados Unidos, unos US$ 60.000 millones anuales en inversión externa directa y capitales especulativos han llevado las reservas internacionales a cerca de US$ 940.000 millones.

La sobreliquidez desborda los grandes bancos, mayormente estatales. Ahí está el nudo del problema: el sistema es volátil, pese a esfuerzos para imponer reformas e inyectarle capitales frescos, “estatizando” carteras desactivadas y autorizando a extranjeros tomar participación en grandes instituciones de crédito. No obstante, aún nadie sabe bien a cuánto ascienden las carteras incobrables. Estimaciones oficiales hablan de US$ 200.000 millones pero, en mayo, Ernst & Young detectaba casi 900.000 millones en malos créditos. Otras fuentes calculan de US$ 650 a 750.000 millones.

En efecto, la conversión de un régimen totalitario, apoyado por los campesinos, en una “autocracia de mercado” magnificó factores desestabilizantes. Por ejemplo, el rápido envejecimiento de la población, manifiesto en la creciente escasez de mano de obra.

Burócratas, técnicos y políticos temen que China envejezca antes de hacerse desarrollada. Según la Rand Corporation, hacia 2050 la proporción entre población activa y pasiva estará entre las más altas del planeta. Los mayores de 60 serán más de 400 millones –contra 120 millones en 2003-, o sea 30% del total (hoy es algo menos de 10%).

Crecer también implica altos costos ambientales. Unos 300 millones usan aguas contaminadas y la mitad se enferma cada año por ese motivo. Se estiman 400.000 decesos anuales por contaminación atmosférica y cinco de las diez ciudades más insalubres del globo están en China. Otros problemas abarcan además lluvia ácida, deforestación, severa erosión de suelos, represas cenagosas y emisiones de dióxido de carbono o de sulfuro.

Mala calidad y escasez de agua limitarán el desarrollo. Ya hay graves déficit hídricos en el norte, donde están dos tercios de tierras arables, se produce la mitad de los granos y vive gran parte de la población. El gobierno planea invertir más de US$ 60.000 millones en cincuenta años para canalizar aguas del Yangtsé, en el sur, hacia la llanura septentrional.

Una forma diferente de malestar social se relaciona con el auge de la corrupción, en todos los niveles, fomentado por una economía de mercado predatoria. Así, el espectáculo de funcionarios jugando fortuna en casinos o paseándose en BMW crea resentimientos en los pobres que lo miran por TV. Ocurre que la torta ha crecido muchísimo en 28 años y todos quieren un pedazo. Además, ya no operan los mecanismos de contralor partidario, en tanto las reformas han transferido facultades políticas y fiscales a niveles de gobierno más bajos o locales, lo cual multiplica oportunidades de peculado.

Los cuadros del partid se han beneficiado enormemente en la privatización de empresas, instalando en altos puestos a parientes, cómplices o ellos mismos. Activos estatales eran malvendidos con frecuencia (como en la Rusia o la Argentina de los años 90).

Algunos llaman a China “estado neoleninista, descentralizado y predatorio”, capaz de hacer peligrar, en último término, el crecimiento sostenido, a causa de servicios públicos malos y tensiones sociales. También están los cien millones de campesinos que marcharon a las urbes costeras en pos de subsistir como mano de obra precaria o los sesenta millones que se quedaron sin trabajo al achicarse las firmas privatizadas.

No obstante, quizá lo más ominoso sea el auge incontrolado de crédito e inversiones. Durante el primer trimestre de este año, la inversión fija interna aumentó más de 30%, casi tres veces el ritmo anual de expansión. Eso en una economía que, en 2001/5, colocó más de 40% del PBI en infraestructura civil y maquinaria industrial. Por cierto, el país nada en liquidez, pues los chinos son grandes ahorristas e inmovilizan hasta 25% del ingreso familiar disponible. Gigantescos superávit comerciales con Estados Unidos, unos US$ 60.000 millones anuales en inversión externa directa y capitales especulativos han llevado las reservas internacionales a cerca de US$ 940.000 millones.

La sobreliquidez desborda los grandes bancos, mayormente estatales. Ahí está el nudo del problema: el sistema es volátil, pese a esfuerzos para imponer reformas e inyectarle capitales frescos, “estatizando” carteras desactivadas y autorizando a extranjeros tomar participación en grandes instituciones de crédito. No obstante, aún nadie sabe bien a cuánto ascienden las carteras incobrables. Estimaciones oficiales hablan de US$ 200.000 millones pero, en mayo, Ernst & Young detectaba casi 900.000 millones en malos créditos. Otras fuentes calculan de US$ 650 a 750.000 millones.

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