Vieja Europa: divisiones bastante duras de morir
Desde 1989, este continente no está partido por la cortina de hierro. Pero florecen nacionalismos, separatismos y neoimperialismos-junto con grupos como la Unión Europea o, adentro, la Eurozona-, al socaire de persistentes nostalgias.
26 mayo, 2010
<p>El muro de Berlín fue demolido hace veinte años, pero –señala el Frankfürter Allgemeine- hay fantasmas que no se esfuman en tan poco tiempo. Son fracturas de la memoria que no figuran en el mapa ni las curará un tratado constitucional cada día más difícil de cristalizar.<br />
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Existe un quiebre entre este y oeste. A Occidente hay 62 años de experiencias grupales, desde la comunidad europea del carbón y el acero (CECA), alianza de 1948 entre Alemania federal y Francia, hasta la Unión Europea. A Oriente, hasta el Pacífico, hubo un gigante desde el siglo XVI –Rusia, luego la Unión Soviética-, y después una constelación de satélites a partir de 1945/8.<br />
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La licuación de la URSS creó o recreó viejos estados (Ucrania, el Cáucaso, Asia central) y hasta uno que nunca había existido (Bielorrusia). Pero también, como se ve en este momento, reivindicaciones étnicas tan violentas como en Chechenia, Daghestán, etc.<br />
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El oeste no queda exento de fascismos, separatismos o nacionalismos sin futuro, que reaparecen a cada elección en Francia, Holanda, Bélgica, Italia, etc. En este caso, avanzan el populismo “poujadiste” de Silvio Berlusconi y el localismo de su incómodo aliado, Umberto Bossi.<br />
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La cuna de la democracia parlamentaria, Gran Bretaña, sufre un National Party groseramente patriotero. En un plano distinto, pero muy peligroso, subsiste Euzkadi ta askatusuna (ETA), una máquina terrorista que gasta mucho en armas, a falta de apoyo popular en la Vasconia española y francesa. En cuanto a lo económico, crisis como Grecia, España o Portugal pueden resultar más letales que el IRA o la inestable estantería balcánica.</p>
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