En la interpretación que hace hoy Tony Barber en el Financial Times hay un aspecto del Brexit que coincide con el alargamiento de las disputas que enfrentan a los estados de Europa occidental con algunos países de la Europa centro-oriental. Son problemas importantes, dice, porque tocan intereses, identidades y valores nacionales en el oeste y en el este. Por ejemplo, la brecha política, ideológica y cultural entre Emmanuel Macron, el presidente liberal e internacionalista de Francia y Jaroslaw Kaczynski, le líder conservador y nacionalista de Polonia, es inmensa e imposible de zanjar.
Hay muchos populistas derechistas en Francia y muchos liberales en Polonia. Pero, por el momento, los gobiernos de los dos países están más alejados que nunca desde la caída del comunismo en Europa oriental en 1989.
A menos que La UE mantenga la tapa puesta sobre las disputas que originan estas diferencias este-oeste, no es disparatado imaginar que la salida de Gran Bretaña del bloque, programada para 2019, podría conducir a un orden europeo radicalmente modificado, concluye Barber.
Explicado de una forma simplificada, ese nuevo orden podría consistir en una Europa occidental más profundamente integrada, con el centro en Francia y Alemania; un círculo externo de muchos estados centrales y orientales, principalmente los que están fuera de la eurozona; y un tercer círculo, más distante de países no pertenecientes a la UE que incluya Gran Bretaña, Ucrania y tal vez Turquía y otros.
¿Por qué el Brexit como catalizador?
Gran Bretaña dejará vacantes 73f bancas en la Asamblea de la UE de 751 miembros. La Asamblea ya votó por mantener 46 en reserva para asignarlos o a futuros miembros o a nuevas lisas electorales paneuropeas. Los otros 27 la comisión decidió, deberían ir a los miembros actuales. Los candidatos son los países occidentales: Francia y España recibirían cinco bancas más; Italia y Países Bajos recibirían tres cada uno e Irlanda recibiría dos. De los nueve restantes, sólo cinco irían a Europa central y oriental: Croacia, Estonia, Polonia, Rumania y Eslovaquia.
Esos cambios representarían, sin duda, que los países centrales y orientales están subrepresentados en la legislatura desde 2004, cuando la Unión Europea se agrandó de 15 a 28 países.
Si ese plan se aprueba, el efecto sería el fortalecimiento de la influencia de Europa occidental en el Parlamento Europeo.
Eso reforzaría la queja de Europa oriental sobres los países occidentales actuando como matones.
En cuanto al presupuesto, la consecuencia del Brexit es una pérdida neta anual para el bloque de alrededor de 10.000 millones de euros. ¿Quién llenará ese agujero? Segundo, crece la presión entre los países occidentales para que los fondos regionales que se pagan a países como Hungría y Polonia se condicionen al respeto del imperio de la ley.
Todas estas fricciones ya existían antes del Brexit pero ahora el problema podría empeorar.